Italia y la Argentina tienen lazos fraternales, que unen a su historia y a su gente a lo largo de múltiples generaciones. Pero, sin advertirlo ni desearlo, los consumidores italianos están contribuyendo a la destrucción del ecosistema más biodiverso del país al que emigraron millones desde la Península.
Se trata del bosque del Gran Chaco Americano. Esto sucede porque la industria láctea y cárnica italiana compra sin preguntar de dónde viene un alimento que procede de zonas que han sido completamente desmanteladas para producir una semilla oleaginosa, que por su alto valor proteico, se utiliza para dar a comer a las vacas lecheras, así como para engordar pollos y aves de corral, cerdos, vacas, hasta la hora final de la faena. Es la soja transgénica.
La Unión Europea es el tercer importador mundial de productos agrícolas que causan deforestación tropical y cambio climático, sólo por detrás de los gigantes asiáticos, China e India.
Entre esos productos agrícolas ligados a la deforestación en el mundo, la soja es la principal causa de deforestación asociada al consumo europeo. De hecho, la soja para alimentar a pollos, cerdos y vacas europeas ha causado más deforestación que cualquier otro producto importado en la UE entre 2005 y 2017, incluso más que el aceite de palma.
Es por eso, que se necesitan leyes fuertes para poder asegurar una cadena de suministro que esté libre de productos provenientes de las zonas de deforestación.
Son siempre grandes empresas con acceso al mercado de capitales para financiarse las que están detrás de la expansión de la frontera agropecuaria y en su gran mayoría provienen de otras regiones de la Argentina. Nunca son pequeños productores los que están en este proceso.
Por el contrario: las poblaciones criollas e indígenas son expulsadas de sus tierras mediante acciones de amedrentamiento, vulnerando los derechos humanos.
El Chaco Americano es el segundo sistema boscoso de América del Sur, después de la Amazonia. Y es el bosque seco más extenso e importante del planeta. Ya se han perdido 14 millones de hectáreas. Tiene más de 3400 especies de plantas; 500 especies de aves; 150 de mamíferos, como el oso hormiguero, y más de 200 reptiles y anfibios. Por sus maderas duras y añejas, este ecosistema actúa como una esponja de CO2. El desmonte ha tenido un fuerte impacto en la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, equivalente a la de otras zonas tropicales paradigmáticas, entre ellas, la Amazonia y la selva de Kalimantan, en Borneo.
Por cada alimento que ha sido producido usando harina de soja de la Argentina, hay una zona fantasma que quedó en el territorio argentino, que nadie mira. Un lugar donde el sol ardiente quema la tierra, en el que ni los insectos se atreven a vivir.